La Resurrección: El Milagro que Parte la Historia en Dos
Me gusta mucho escuchar otras posturas, o conocer nuevas ideas en cada libro que exploro. la ideas que descubro son fascinantes y otras no tanto, hay ideas insignificantes, pero también hay ideas que se vuelven peligrosas no por ser absurdas, sino por ser demasiado verdaderas.
Esta fecha es especial y me da motivo para meditar en la la Resurrección de Cristo, la cual considero es un hecho extraordinario. Aunque algunos pueden considerarla una piadosa metáfora, una leyenda moral o un reciclaje cristiano de antiguos mitos solares.
No voy a negar que es un hecho que puede sonar inconcebible pero que, si ocurrió, y que cambia la estructura misma de todo lo que creemos saber sobre el hombre, Dios y la muerte. Y por eso —estoy convencido de ello— muchos se esfuerzan en negar que haya sucedido.
Las similitudes que engañan
Existen personas que les encanta comparar religiones -y ojo eso no esta mal- y algunos de ellos han aprovechado para llegar a conclusiones simplistas de que “Muchas religiones tienen dioses que mueren y resucitan.”
Cosa muy cierta. Y a la vez completamente irrelevante.
Y aquí me explico: ningún otro relato religioso se atreve a afirmar que tal evento haya ocurrido en una fecha, bajo un gobernador concreto (Poncio Pilato), en un lugar preciso (Jerusalén), ante testigos definidos, y con consecuencias históricas verificables.
Y si, no es lo mismo una cebra que un caballo.
Ningún otro relato religioso se dejó perseguir por emperadores romanos, ni escribió sus testimonios a escasos años del suceso, con los nombres de quienes aún podían refutarlos.
a diferencia de los mitos que suelen morir en el mármol.
El cristianismo: el único que osa mirar a la muerte y reírse
Haciendo un repaso rápido en algunas corrientes del pensamiento podemos decir que:
· Las filosofías orientales enseñan a disolver el yo en la totalidad.
· El estoicismo propone resignación.
· El ateísmo moderno ofrece una lápida con la inscripción: “No hay más.”
Y en medio de esas corrientes aparece un carpintero judío, ejecutado por traición,
que no solo se levanta de entre los muertos, sino que vuelve a desayunar con sus amigos. Eso no es solo inaudito. Es profundamente humano.
Contrario a lo que puedan pensar, la Resurrección no es el final de una tragedia, sino el comienzo de una comedia infinita, en el sentido más alto de la palabra: no porque trivialice el dolor, sino porque lo redime.
La Resurrección como principio intelectual
Es curiosa la acusación que hacen algunos a la fe cristiana: “Es irracional.” dicen con una gran satisfacción. Como si fuera más racional creer que la materia se creó a sí misma, que el orden naciera del azar, o que el amor no tenga más fundamento que una reacción bioquímica.
El cristianismo, al contrario, tiene una lógica interna implacable:
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Si Dios existe, puede intervenir.
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Si nos ama, puede hacerse hombre.
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Si muere, puede vencer a la muerte.
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Si resucita, todo cambia.
Lo absurdo no es creerlo. Lo absurdo sería creerlo a medias.
y es que si aceptamos siquiera parte de la lógica interna del cristianismo, no tiene sentido detenerse a mitad de camino.
Por ejemplo:
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Si uno acepta que Jesús fue un hombre sabio y excepcional…
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Si uno cree que realmente vivió, que hizo milagros, que fue crucificado…
Entonces resulta incoherente negar lo que Él mismo dijo de sí: que era el Hijo de Dios, que resucitaría, y que su Reino no era de este mundo.
Creer parcialmente en Jesús, como figura ética pero no como Salvador, sería más ilógico que creer plenamente en Él.
En otras palabras, el problema no es la fe total, sino la fe tibia. Creer a medias no es equilibrio, sino evasión.
Y esa es la posición incómoda del mundo moderno: Acepta a Jesús como maestro moral, pero no como Dios. Se abraza a sus palabras, pero huye de su tumba vacía.
Se cita a Jesús como ejemplo de bondad, paz, justicia o lucha por los pobres. Pero al mismo tiempo rechaza su divinidad, su poder sobre la muerte y su autoridad como Hijo de Dios.
Es decir: quieren el mensaje sin el mensajero. Quieren las bienaventuranzas… pero sin la Cruz. Quieren el perdón… pero no el arrepentimiento. Quieren un Jesús útil, simbólico, sin consecuencias trascendentes.
El mundo moderno abraza lo que le resulta cómodo de Jesús: sus palabras sobre amor, perdón, compasión… Pero huye de lo que esas palabras implican realmente: que Él venció a la muerte, que vive, y que eso exige una respuesta personal y radical.
La tumba vacía es el gran escándalo. Aceptar que está vacía cambia todo:
Cambia cómo entiendes la muerte.
Cambia cómo entiendes la vida.
Cambia quién manda en tu historia.
Así que muchos prefieren mirar hacia otro lado.
Y sin embargo, como dijo el propio Cristo:
“Si no creéis cuando os hablo de las cosas de la tierra, ¿cómo creeréis cuando os hable de las del cielo?”
¿Por qué es única?
Porque la Resurrección no fue un regreso a la vida anterior.
Lázaro volvió, pero volvió a morir.
Jesús, en cambio, rompió la muerte por dentro.
No resucitó como era, sino glorificado.
Y esa es la promesa que cambia toda cosmovisión cristiana:
no que nuestra alma flote eternamente en una nube,
sino que nuestro cuerpo resucitará también.
Ninguna otra religión promete esto.
Ninguna otra afirma con seriedad que la materia será redimida, que el amor será eterno no solo en el espíritu, sino también en la carne gloriosa.
Lo que cambia todo
La Resurrección no es un dogma entre otros.
Es el eje.
Sin ella, el cristianismo es solo un sistema ético más, con una moral admirable y un profeta trágico.
Pero con ella, es la puerta a un universo nuevo.
Si Cristo resucitó, entonces:
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El sufrimiento no tiene la última palabra.
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La muerte ha sido vencida.
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El amor es más fuerte que el tiempo.
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Y todo aquello que parecía absurdo, de pronto tiene sentido.
La historia ya no es solo la crónica de los poderosos, sino de un Dios que eligió la debilidad. Y la fe ya no es una superstición infantil, sino una apuesta audaz por la única esperanza razonable: la de que el Bien, al final, triunfe.
Epílogo: ¿Y si fuera verdad?
Hay una frase que escuché una vez, y que me persigue como un eco:
“Si la Resurrección es mentira, nada importa. Pero si es verdad, entonces nada importa más.” Juan 3, 12
Y lo más sorprendente es que, tras siglos de escándalos, divisiones, persecuciones y dudas, todavía hay quienes, como en el primer siglo, siguen creyendo. No porque sean ingenuos. Sino porque han descubierto lo que el mundo teme:
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